En los últimos encuentros entre diplomáticos, a pesar de que continúan las condenas y la verbalización del enfrentamiento, algunos creen ver un cierto desapego de los estadounidenses hacia Oriente Medio y África. Están hartos de Somalia, de Irak, de Libia y de Afganistán, de las bolsas negras con los cadáveres de los combatientes y del enorme gasto que han supuesto esas guerras para el erario público de EE.UU.
Es por eso que Putin ha intervenido en Siria, respondiendo a la llamada de su aliado, el presidente Al Assad, y haciendo una demostración del poderío ruso. No lo ha hecho de forma sorpresiva ni sin informar a la Casa Blanca. Tampoco el ruso ha limitado los ataques a fuerzas de Daesh, el Estado Islámico, sino que los ha extendido a otros grupos armados de la oposición siria, haciendo vociferar al senador John McCain que supone una agresión indirecta contra Estados Unidos. Moscú pretende ejercer un liderazgo mundial.
Los dos atentados que han sacudido Francia este año, empujan al presidente Hollande a la guerra. Está predispuesto a ella, como demostró en Malí contra Al Qaeda del Magreb Islámico. Ha sido el único presidente en descender desde un helicóptero hasta un submarino nuclear en pleno océano. En busca de lagrandeur francesa, sus aviones Rafale vuelan sobre los cielos sirios a la caza del terrorista. París quiere, en el marco internacional, el protagonismo que han revalidado los dos sangrientos atentados acaecidos este año.
La Casa Blanca está centrada ahora en el desarrollo de dos grandes acuerdos de libre circulación de mercancías y bienes. Uno con Europa y el otro con buena parte del Pacífico, dejando fuera a los BRICS: Brasil, Rusia, Irán, China y Suráfrica. Con todo, a través de las negociaciones nucleares de Viena ha rebajado Obama la tensión con Teherán. Además, el secretario de Estado Kerry ha sentado a Irán en la mesa de negociaciones para resolver la crisis siria, sabiendo que los iraníes son firmes aliados del presidente sirio, Bashar al Assad. Derrocar su sistema era el objetivo original de esta guerra, que se muta ahora en destruir a los reclutados para llevarla a cabo porque han tomado vida propia. La condición de la salida inmediata del presidente sirio queda bastante rebajada ante la necesidad de contener y destruir a organizaciones armadas como el Frente al Nusra y los treinta mil seguidores del nuevo Viejo de la Montaña, el califa Al Bagdadí. Un Estado campamental ese, a caballo entre Irak y Siria, viviendo de la venta de petróleo a 20 dólares el barril, de la venta de esclavos, de los secuestros y del saqueo. Ahora elDepartamento del Tesoro de Estados Unidos vigila las cuentas del Golfo Pérsico para identificar a los donantes de fondos al Estado Islámico. El flujo de armas y dinero procedente de Arabia Saudí, Catar y Turquía se ha detenido.
Pero los nuevos asesinos, los hashisins, ya han ocultado su rastro en la sombras de los barrios de Bruselas, de Amberes, de París… para inmolarse entre explosiones y disparos indiscriminados, escoria reclutada entre atracadores, ladronzuelos y demás morralla, adoctrinada y redimida en las cárceles y barrios y señalada para el sacrificio, suicidas de 18 y 20 años.
