11 enero 2015

Prensa y terror

El terror se centra en generar noticias que mantengan su causa en la opinión pública a través de los medios de comunicación. El objetivo del terrorista es conmocionar a la audiencia, para lo que necesita estar presente en esos medios. Las armas buscan su eco en la opinión pública, esa es la verdadera estrategia del terror. La violencia es un acceso seguro a la prensa, la ruptura del aislamiento de causas irredentas que saben, como André Malraux, «cuánto peso adquiere una idea por medio de la sangre que se derrama en su nombre».

Los terroristas realizan acciones armadas, no porque piensen en «ganar la
guerra» por la vía militar, sino para llevar su causa a los medios de comunicación, cuanto más internacionales mejor, y mantenerla allí lo más posible. Buscan crear un corriente de opinión favorable a sus tesis, por convencimiento o por hartazgo. La prensa se encuentra en el dilema de informar de los atentados, con lo que los terroristas consiguen su objetivo, o no informar para no dar eco al terror e incumplir con su deber primigenio de transmitir noticias. Dado que los «medios mundiales de comunicación de masas no son abastecedores neutrales de información sino creadores y configuradores de cultura» escribe Christians. 

A esto se enfrenta una Europa en la que el propio Club de Roma, ¡en 1991!, reconocía «una pérdida general de los valores que anteriormente aseguraban la coherencia de la sociedad (...) consecuencia de una pérdida de fe (...) y una pérdida de confianza en el sistema político y en quienes lo dirigen». 

Con lo que al final se niega la máxima Rustow: «La autoridad debe cumplir los deberes que le incumben».  Los hechos han ido cediendo protagonismo a las declaraciones en los medios. A los hechos les relevan los dichos en las portadas hasta que los hechos de la acción directa los disipan.

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